Bueno, llevo días... más bien meses "corrigiendo" este relatito (pongo corregir entre comillas porque tampoco es que sea experta o que haya quedado bien, pero creo que quedo mas coherente que el original)
La cosa es que este mini relato lo escribí para el rol de Crónicas Oscuras, para contar una parte de la infancia de Helena y para que se entendiera un poco porque es como es.
Helena es un personaje creado por mi (la mente siniestra tras todo esto) para un rol que se basaba en el mundo de los Dark- Hunters (obra de Sherrilyn Kenyon) y La hermandad de la daga negra (obra de J.R Ward).
Esta chica, por como verán, es hija de la diosa griega Nike y un Symphaths que eludió su responsabilidad paterna.
Para más información sobre quienes son estos que nombre, use google :)
Y aquí lo dejo, espero les guste (al que lea) y si no, pues ni modo es lo que hay.
Adieu.
1795…
—Mierda, el día no podría haber sido mejor — masculló irónicamente
Nike mientras caminaba por las oscuras calles de alguna ciudad de Europa, o eso
creía. Los recuerdos de las pasadas horas atormentaban su mente, ahogándola,
destrozándola sin piedad.
Más de cinco mil años habían pasado antes de que fuera capaz de
reunir el coraje suficiente para ir a ver a su hermano, Cratus, quien había
sido expulsado del Olimpo y condenado a un eterno sufrimiento.
Demasiado tiempo había esperado y aun así, cuando estuvo a punto
de estar a su lado fue detenida por los Dolophoni, quienes estaban a cargo de
torturarlo y acabar con su vida, noche tras noche.
Sin poder hacer nada tuvo que presenciar como aquellos, a
quienes alguna vez su hermano considero amigos, lo golpeaban y se burlaban de
él. Las ganas de detener aquella violencia, de proteger a su hermano, la habían
vuelto loca pero su cuerpo fue incapaz de reaccionar, y en vez de atacar y
defender a la única persona que le importaba, se quedó en las sombras
invisible, incapaz de moverse, observando como lo mataban.
Sintió una lagrima rodar por su mejilla, el dolor lacerante y la
rabia que sentía consigo misma y con los dioses la estaban destrozando.
Era incapaz de volver al Olimpo y enfrentarse a los otros dioses,
deseaba aplastar sus infames corazones entre sus dedos, provocarles el mismo
sufrimiento que vivía su hermano día tras día, pero no podía, no lo haría. Sin
pensarlo más decidió quedarse en aquella ciudad desconocida y dejar que sus
emociones se calmaran lo suficiente como para volver.
Era una noche agradable, la brisa fresca invitaba a caminar bajo
el oscuro manto de un cielo sin luna y disfrutar de la calma de aquel lugar.
Sin darse cuenta sus caóticos pensamientos la habían llevado a
internarse en lo que parecía un frondoso bosque. La sensación de que no estaba
sola, la asalto de repente, se detuvo para tratar de orientarse y poder ubicar
a quien estuviera cerca pero no logro identificar quien era o que era lo que
estaba siguiéndola y aquello comenzaba a ponerla nerviosa.
El leve crujido de las hojas en el suelo la hicieron girar de
prisa y vio como de entre los árboles salía una figura alta y delgada con un
caminar pausado, casi sensual, llevaba algún tipo de túnica blanca que le
otorgaba un resplandor propio aun en esa noche tan oscura. Cuando lo tuvo a
unos metros pudo distinguir sus rasgos, los cuales eran finos y no daban reales
indicios de su sexo. Sus ojos eran rojos como la sangre, con una mirada
penetrante cargada de maldad.
En su mente sintió un susurro provocativo que la invitaba a
olvidar todo el dolor que sentía. Ya no tenía más fuerzas, era incapaz de resistir
aquella tentadora invitación, por lo que solo se dejó llevar, entregándose a aquel
desconocido.
Necesitaba olvidar, lo deseaba fervientemente y aquella voz le
prometía, aunque fuera por un instante, la paz que tanto anhelaba.
7 años después, hogar
de Nike en el Olimpo…
—Matisera!— gritó la pequeña niña rubia, llamando la atención de
su madre.
—¿Que sucede Helena?— preguntó Nike acercándose a su hija y
tomándola en brazos.
—Nada— dijo con una sonrisa radiante en su cara — solo quería un
abrazo— sus pequeños bracitos rodearon el cuello de la diosa con fuerza,
mientras ambas se largaban a reír.
—Mi pequeña ¿sabes que te amo cierto?— susurró dejando un suave
beso en su frente.
—Sí y que soy lo más importante para ti— Helena intentó imitar
la voz de su madre al repetir las palabras que ésta siempre le decía.
Nike volvió a reír al escuchar a su hija, adorando como sus
mejillas se sonrojaban y su cara se iluminaba al reír. Es que desde su
nacimiento Helena se había convertido en lo más importante para la diosa, era
el centro de su mundo y la razón por la que seguía sonriendo.
Sentía tan lejano aquellos momentos en que había estado
aterrorizada con aquella criatura que crecía en su vientre. Sabía que había
cometido un grave error al entregarse a alguien del que no conocía ni su raza,
pero no hubo ningún instante en el que se arrepintiera del resultado de aquel
encuentro.
Aun así en cuanto supo que estaba embarazada comenzó a seguir la
única pista que él le había dejado, era un symphaths, algo que ella realmente
no había entendido. Durante su embarazo intento averiguar que significaba
aquello y sólo había dado con la información de una ciudad donde podrían
ayudar, pero tuvo que abandonar su investigación en cuanto dio a luz y no volvió
a retomarla cuando vio que su bebe era normal, tan normal como podía ser la
hija de una diosa. Se dedicó por entero a su pequeña Helena, su sol en el nuevo
amanecer de su vida.
—Matisera ¿qué pasa?— la dulce voz de la niña la saco de sus
pensamientos. Sonrío mientras contemplaba esos ojos azules parecidos a los
suyos.
—Nada cariño, solo estaba pensando
En ese momento paso un halcón volando junto a la ventana, Helena
se removió en los brazos de su madre, quería salir a ver al animal, le
encantaba jugar y perseguirlos, más aún a los que volaban.
— ¿Puedo ir?— preguntó con la cara más tierna que podía poner.
—Claro, pero no vayas a desplumar al pobre esta vez,
¿entendido?— Helena soltó una carcajada por la petición de su madre.
—Lo juro por la abuela— dijo con una manito en su corazón. Nike
le dio un ligero beso en la frente y la dejo en el gran ventanal para que la pequeña desplegara sus negras alas y saliera a jugar.
Minutos más tarde la diosa se encontraba sentada en el sofá
junto a la ventana leyendo mientras esperaba el regreso de su hija, estaba
absorta en las fantasías de esas páginas cuando un grito cargado de miedo la
hizo temblar.
Helena, fue lo único que
pensó mientras destellaba a su lado. La pequeña niña estaba sobre el césped sentada,
abrazando fuertemente sus piernas, meciéndose adelante y atrás.
—Cariño, ¿Qué sucede?— le pregunto mientras se arrodillaba a su
lado. Cuando su hija levanto su cabeza y pudo ver sus ojos, el aire se atascó
en sus pulmones. Los ojos de Helena se habían vuelto rojos y no solo por aquellas
lágrimas de sangre, el azul que adoraba ahora había pasado a tener la tonalidad
de su llanto.
—Matisera, ¿por qué me
tienes… miedo?— la voz de la niña salió entrecortada.
—¿Por qué dices eso?— miró preocupada. El miedo encogía su estómago e intentaba con todas sus fuerzas no
demostrarlo.
—Lo siento— sollozó
Helena —puedo sentirlo… sentir lo que tú, no sé qué pasa Matisera… ¿Ya no me
querrás mas?— Esa pregunta destrozo el corazón de Nike, aferro con fuerza a su
hija. Jamás podría dejar de quererla, era todo lo que tenia y por lo que
sobrevivía.
—Dime que pasa Leny, ¿qué fue lo que paso?— acarició su cabello
intentando tranquilizarla.
—Estaba jugando y…— Helena volvió a romper en llanto, sufría y Nike
no sabía que podía hacer— la cabeza me empezó a doler mucho y cerré los ojos
fuerte, cuando los abrí estaba todo rojo, solo había rojo, y cuando Matisera
llegó a mi lado sentí dolor… no quiero sentir esto más.
Su diminuto cuerpo tirito entre sus brazos. Nike estaba
desesperada, las lágrimas inundaron sus ojos, se sentía impotente para ayudar a
su hija y el sentimiento de terror que la embargaba lo hacía aun peor.
—Por favor no— balbuceo la niña.
Un leve cambio en sus emociones alerto a Nike, era lo mismo que
había experimentado la noche en que la había concebido. Pero al parecer la
inexperiencia de Helena lo hacía realmente peligroso.
La diosa sintió la intrusión en su cabeza, trato de detenerla
pero le fue imposible. Su hija estaba jugando con su mente, cada recuerdo
enterrado comenzaba a salir a flote para atormentarla, se sentía culpable,
enojada, herida… por Zeus se volvería loca.
Levantó la vista y vio que Helena estaba de pie delante de ella,
sus ojos como brillantes rubíes la miraban fijamente, su rostro surcado por las
lagrimas de sangre que había derramado y una sonrisa ladeada de pura
satisfacción estaba instalada en su rostro.
Esa no era su hija, no lo podía ser.
Trato de pedirle que se detuviera, pero las palabras no salían
de sus labios.
—Helena… basta— logró balbucear. Vio como los ojos de la niña
recuperaban su color azul, pero antes de poder hacer nada, esta fue lanzada
contra el duro tronco de un árbol. La imponente figura de su padre, Pallas, apareció
junto a ella, recogiendo el caído cuerpo de su nieta por el cabello.
—¡Que has hecho!— grito furiosa intentando ponerse de pie.
Pallas miro a la pequeña rubia que se encontraba inconsciente,
sin mucha más delicadeza la volvió a dejar en el suelo.
Un destello blanco cubrió el pequeño cuerpo en solo unos
segundos. Nike mantenía sus alas desplegadas como si fueran un escudo sobre
ellas.
—Ya es hora—la profunda voz del dios la estremeció.
—¡No es hora de nada!— no dejaría que se la llevaran, no podía
dejarla en manos de sus padres. —Ella merece una infancia feliz, ¡por todos los
dioses es solo una niña!
Una cruel risa se dejo escuchar a su espalda, erizándole el
vello de la nuca.
—Te dije que era un error que naciera, ahora tienes a un pequeño
e incontrolable monstruo —Styx estaba de pie frente a ella, una asquerosa satisfacción
marcaba sus rasgos, dejándole una sensación de repulsión a Nike.
—No dejare que le hagan nada— exclamó la alada diosa, pegando aún
más a ella el pequeño cuerpo de su hija. —Es… es mía
—Nike, Nike, Nike… ella dejo de ser tuya el día en que decidiste
que naciera, ¿o ya no lo recuerdas?—la diosa del odio camino hasta quedar a
centímetros de su hija, la miro con desprecio ante su actitud. —Ofreciste su
servicio a cambio de su vida…
—Sólo tienes dos opciones— ahora era Pallas quien hablaba — Aceptas
que cumpla su destino o simplemente dejas que muera.
Un escalofrío recorrió la columna de Nike, no había muestra de
sentimientos en los ojos de su padre.
—Ese no es su destino… ella merece algo mejor— su voz salía
estrangulada. Abrazo a su pequeña intentando detener los violentos temblores
que la agitaban.
—Lo es y lo sabes, a pesar de su sucia sangre lograra ser una
gran guerrera. Aprenderá a controlarse, algo que tú y tus arrumacos no le
enseñaran— con un solo movimiento Helena fue arrancada de sus brazos para pasar
a los de Styx.
—Entonces, ¿qué decides?— Pallas hizo aparecer una brillante
daga en sus manos y se acercó hasta Helena. Nike trato de pasar el nudo que se
había alojado en su garganta.
Solo debía pronunciar una palabra y todo cambiaria, sea como sea
Helena sufriría.
—Que se haga tu voluntad— aquella frase quemó su garganta como
si se tratara de ácido. —Pero por todos los dioses no la alejes de mi— suplico
a su padre en un último intento de amortiguar sus decisiones.
—Es tu hija, no la perderás— con eso ambos dioses desaparecieron
llevándose consigo a la rubia mestiza.
6 meses después...
Nike se acercó sigilosamente a la oscura cueva, ese día se
cumplían seis meses desde que Helena fuera alejada de su lado.
Ambos dioses habían dicho que no la vería hasta que la niña
aprendiera a comportarse y de solo pensar cuál era el comportamiento que
pretendían se le revolvían las entrañas.
Fue adentrándose en aquella oscuridad tan profunda que ni siquiera
ella era capaz de ver algo, intentando hacer el menos ruido y ocultar su
presencia lo mejor posible.
Luego de algunos minutos un pequeño resplandor comenzó a
aparecer, guiándola.
—Ya no volverás a gritar— poco a poco la voz de su madre se fue
haciendo más clara. Cuando por fin la vio su corazón se detuvo, sólo pudo
escuchar el sonido de aquel látigo cortando el aire para luego impactar con
fuerza en la pálida piel de Helena. La niña no emitió sonido alguno, no se
movió, no hizo nada. El temor de que estuviera muerta la paralizo.
—Ya no seré débil— fue la firme respuesta de la niña que intentaba
incorporarse. Se apoyó en las sucias cadenas, que sujetaban sus muñecas a la
pared, para poder levantarse y mantenerse en pie, girando levemente la cabeza
para mirar a su abuela. Nike lloro al verla, sus ojos eran dos fríos témpanos, carentes
de vida —No más llantos, no más gritos— dijo con una sonrisa, una cruel mueca
en un inocente rostro.
Nike se mantuvo oculta observando el entrenamiento de su hija, cuando
Styx por fin se cansó y se fue, reunió el valor de acercarse.
Cuando Helena sintió su presencia su maltratado cuerpo se tensó
preparado para combatir, escucho un suave siseo como si fuera un animal.
—Pequeña soy yo— trato de mantenerse imperturbable pero le
estaba costando la vida no abalanzarse sobre ella para curar sus heridas y cuidarla
como se lo merecía.
La niña se dio vuelta con dificultad, su espalda estaba
realmente lastimada y Styx había añadido sal al agua con la que habían limpiado
su sangre por lo que muchas de las heridas quedarían marcadas para siempre.
Los ojos de Helena recobraron, por un instante, aquella calidez
y ternura que tanto adoraba, pero no duró, pronto sus ojos volvieron a quedar
inexpresivos y su cuerpo se tensó aún más esperando un ataque.
—No debe estar aquí
—Perdóname— Nike corrió hasta ella y se arrodillo, cogió su
rostro con cuidado entre las manos para
que la viera a los ojos y supiera que eran sinceras sus palabras — Por favor
perdóname— volvió a decir mientras apoyaba la frente en el pecho de Helena y comenzaba
a llorar.
Unos pequeños deditos recorrieron sus mejillas secando las
lágrimas con dulzura.
—No llores Matisera— susurró la pequeña ladeando la cabeza. Nike
levantó la mirada pero su sonrisa murió al notar que su pequeña no había
vuelto, al menos no del todo—Solo los débiles sucumben antes las emociones —y
ahí estaba otra vez, esa sonrisa perversa que destruía su corazón.
9 comentarios:
30 de diciembre de 2012, 10:33
Vaya !! que intenso xD!
No he leido las novelas de Kenyon o Ward pero se de que tratan. Me gusto tu relato, tiene mucha emocion y sentimiento como tambien mucha oscuridad.
Muy bueno, felicidades !!!
Besos
1 de enero de 2013, 11:14
Me encanta, ya te lo había dicho la primera vez que lo leí. Adoro la historia de Helena y por eso eres mi Sugar favorita en todo el mundo... *.*
Besotes mi Sugar ;)
3 de enero de 2013, 10:36
Esto explica muchas cosas de Helenita...
Creo que también lo había leído y como todo lo que escribe, me gusta mucho.
No sé por qué la Sugar no escribe más seguido.
A escribir, Leny!!!
3 de enero de 2013, 18:58
Gracias :D
La Sugar no escribe más seguido porque no le sale nada, esta muy tonta últimamente.
A lo mucho le salen refritos, así que es eso o nada supongo ajjajajaj
14 de enero de 2013, 20:50
Cuantos recuerdos!!!!!!! como olvidar esta parte donde es el nacimiento de una Sugar, me encanta la historia siempre lo ha hecho y mas por que en alguna parte de nuestro arbol genealógico somos parientes jajajajaja que familia tan disfuncional jajajajaj
14 de enero de 2013, 20:56
Familia disfuncional? nosotros??? ajajajja para nada, somos de lo mas normalito jajjajaja
Gracias :)
14 de enero de 2013, 21:07
de lo mas normal lalla fiu fiu jajajajaj
14 de febrero de 2013, 13:22
Muy chula la historia, ya tienes una nueva lectora.
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Te invito a mi blognovela negra que llevo escribiendo desde hace dos meses y no me va nada mal.
http://retratodeunasesino.blogspot.com.es/
16 de febrero de 2013, 16:23
BlackGore, gracias por pasar y por darte el tiempo de leer :)
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